“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” Génesis 1:27
Además de las diferencias físicas entre hombre y mujer, existen otras diferencias en el desarrollo. Por ejemplo, regularmente las niñas aprenden a hablar antes, mientras que los varones son más ágiles en su desarrollo motriz. Sin embargo, esto no excusa para adjudicarles un estereotipo machista o feminista. Lo que se está educando son seres humanos, los cuales deberán estar completamente capacitados intelectual, moral y emocionalmente para ser los que dirigirán la sociedad futura.
La instrucción en cuanto a los valores, tareas domésticas y el aprendizaje en general, no debería diferenciar entre chicos y chicas. Como familia cristiana, no estamos llamados a tener prejuicios sociales como el racismo, machismo o feminismo. La educación sexista dicta: “Las niñas no deben pelear”, ¿entonces para los hombres sí está bien resolver sus conflictos con violencia? “Los niños/hombres no lloran” ¿quiere decir que no son seres humanos? ¿No tienen los niños varones y los hombres sentimientos, o es que no deberían tenerlos? “Los niños no se meten a la cocina” ¿Acaso los varones no comen y deben aprender a subsistir por sí mismos? Estos son algunos de los ejemplos más comunes que se oye repetir una y otra vez.
A veces a los varones pequeños les gusta jugar con muñecos bebés. Esto no significa que el niño sea afeminado, el niño puede jugar a ser padre. Hay niñas que les gusta jugar con carros y practicar deportes como el fútbol. Esto no significa que sean “maremachos” o “tomboys”. Sencillamente son niñas atléticas. Muchas veces la actitud maliciosa de los adultos es la que les hace dudar de su rol e identidad como personas, y en esto debemos tener mucho cuidado. Los niños pueden jugar e interactuar con amiguitos de ambos sexos. Se les puede vestir con una amplia gama de colores, sin el prejuicio del rosado y el azul, siempre y cuando sean prendas apropiadas para hombre y/o mujer. Se les puede dar elogios no convencionales: "qué valiente eres" (a la niña), "qué amable, o que dulce eres" (al niño).
Nunca debemos etiquetar a nuestros hijos varones con palabras o comentarios despectivos como “pareces una nena”, o a las niñas “que brusca eres, pareces un muchacho”. Demos por sentado que Dios nos hizo hombres y mujeres para desempeñar nuestras funciones normales; disfrutemos de nuestras diferencias y de las cosas que tenemos en común. Ayudemos a nuestros hijos a crecer seguros como seres humanos y valiosos.
Esta es una actividad que pueden hacer con sus hijos:
Pida a los niños o jóvenes varones que mencionen qué es lo que más admiran de su papá, sus hermanos varones, primos, tíos, etc. pueden también mencionar otros varones como un maestro, o el pastor o algún líder de la iglesia. Los chicos podrán responder cosas como: “Andresito juega bien el baloncesto”, o “a Juan le va bien en la escuela”, o “Papi se sabe los nombres de todas las partes de un auto”, etc.
Pida también a los adultos que mencionen cuál es el hombre que más admiran. Participe usted también mencionando las cosas que admira de ellos.
Luego, pregunte lo mismo a las mujeres, con respecto a lo que más admiran de su mamá, hermanas y otras mujeres con quien conviven. “Mamá siempre sabe dónde está cada cosa”, o “Sara tiene bonita sonrisa”, “La abuela tiene bonita letra”, etc. Permita que digan cosas específicas, y que después digan a qué mujer fuera de la familia admiran más y por qué.
Explique que cada uno de nosotros buscamos cosas que admirar en las demás personas de nuestro mismo género. ¿A qué niña no le gusta ver una novia engalanada para su gran día o las famosas princesas de Disney? ¿O qué jovencito no admira los héroes u otros personajes, los cuales considera fuertes e inteligentes? Hacemos eso porque buscamos un modelo a seguir y sencillamente queremos identificarnos con alguien digno de nuestra admiración. Interiormente estamos buscando lo que a nosotros nos gustaría ser o características que nos gustaría poseer.
Hacer las siguientes preguntas: ¿Alguna vez te has preguntado qué quieres ser cuando seas grande? Permita que los chicos respondan. Si ya eres un adulto ¿eres lo que querías ser? Los padres pueden compartir los sueños que tenían en su niñez y juventud, y contar qué cosas impidieron cumplir sus metas, o qué cosas tuvieron que hacer para cumplirlas. Compartir si la vida que tienen ahora es mejor o peor de lo que lo que soñaron. Esta es una oportunidad también para recordar el momento en que Dios llegó a sus vidas y cómo todo cambió para mejor. ¿Te sientes satisfecho con la vida que tienes? ¿Qué cosas quisieras mejorar en tu vida?
Trate de no evaluar la calidad de las metas de cada miembro. Solamente escúcheles y sea empático con ellos. Continúen preguntándose: ¿Alguna vez de te has sentido que no tienes las capacidades, ni los recursos para ser lo que te hubiera gustado ser? ¿Te has llegado a sentir diferente a los demás y que no cabes en el grupo? ¿Eres muy diferente a tus hermanos? ¿Te has llegado a sentir menos que ellos, o menos de lo que realmente eres?
Tema de Conversación:
(Gn. 25:19-33:20). ¿Recuerdan a Esaú y Jacob? Aunque eran mellizos, eran muy diferentes. Esaú era atlético, le gustaba salir a cazar, era muy velludo y fuerte. Isaac, su padre, vivía muy orgulloso de él. Su hermano, en cambio, era más hogareño, le gustaba cocinar, y era lampiño (no era velludo como su hermano). Era todo lo opuesto a Esaú. Sin embargo, Jacob era muy listo, y aunque era el hermano menor, se adueñó de la primogenitura de su hermano Esaú. La primogenitura eran los privilegios y responsabilidades que se le daban al hijo mayor. Más adelante, vemos que Esaú se enojó con Jacob porque recibió la bendición que era para el primogénito. Como Jacob no era el tipo de muchacho peleador que ganaba las cosas con violencia, se fue de su casa huyendo de su hermano como le aconsejó su madre. Su padre también le dijo que se fuera y que no consiguiera una esposa de entre las hijas de Canaán, sino de entre las hijas del pueblo de su madre. Jacob obedeció y estando lejos de su hogar se enamoró de una linda muchacha y se casó con ella. Dios permitió que más adelante cuando ya había pasado mucho tiempo, Jacob se reconciliara con su hermano Esaú y se perdonaran. De los hijos de Jacob, viene toda la descendencia de la nación de Israel. De hecho, Dios mismo fue el que le cambió el nombre a Jacob por Israel. Dios cumplió su propósito en Jacob.
Lo que hace único a Jacob, es que aunque no era un guerrero, ni cazador, ni un corpulento macho-macho, Jacob tenía en claro que necesitaba la bendición de Dios para tener éxito en la vida. Su deseo por la bendición de Dios era tanto, que luchó con el ángel de Dios por toda una noche para que lo bendijera antes de reencontrarse con su hermano y éste lo perdonara. A pesar de sus tretas para conseguir la bendición, Dios conoció su corazón, y lo bendijo.
(Jueces 4) Hubo también una mujer muy valiente que se llamaba Débora, cuyo esposo se llamaba Lapidot. Débora fue gobernadora de Israel, durante un tiempo en que el pueblo había caído en manos del rey Jabín de Canaán. Débora llamó a Barac, líder militar, para que reuniera las tribus de Israel y le hicieran frente a Sísara, el capitán del ejército de Jabín. Barac accedió a ir, pero solo si Débora iba con él. Débora fue con él, y le advirtió que Dios le iba a dar la victoria a través de una mujer. Efectivamente, Barac atacó el ejército de Sísara y ganaron. Sísara se escapó a pie, y fue a dar a la tienda de una mujer llamada Jael, esposa de un hombre llamado Heber, a esconderse allí. Jael le hizo entrar y fingió estar de su parte, pero ella misma fue la que acabó con Sísara.
En esta historia vemos unas mujeres que cumplían con su rol familiar, eran fuertes y valientes, y no tenían temor de enfrentar capitanes militares. Lo que hace únicas esta mujeres es que a pesar de su determinación y coraje, sabían que la batalla no era de ellas, sino que era el Dios de Israel el que daba las victorias.
Me pregunto si Jacob y Débora hubieran nacido en una sociedad como la de hoy, alguien les hubiera hecho dudar de su identidad de género. Gracias a Dios, la Biblia contempla toda clase de personalidades y temperamentos sin que esto sea un rasgo negativo en la identidad de una persona.
Dinámica para hacer con los hijos y qué decir:
“¿Quién vale más?” Para la siguiente dinámica tome en su mano dos billetes del mismo valor. Tome un billete en cada mano y muéstrelos. Luego pregunte: ¿Cuál de estos dos billetes vale más? Ellos responderán que valen lo mismo. Luego arrugue uno los billetes haciendo una pelota con él. Estírelo de nuevo y pregunte: Ahora ¿cuál vale más? Tire el billete arrugado al suelo y píselo. Vuelva a preguntar cuál de los dos billetes vale más. El billete arrugado, aunque sucio y viejo sigue valiendo la misma cantidad que el otro que está mas nuevo.
Así somos las personas. Algunas personas pueden lucir mejor que otras por fuera, pero eso no cambia el valor de nosotros como personas. Dios nos hizo únicos y nos ama como somos. Hombres y mujeres son diferentes. Por lo general los niños son más activos, fuertes, no le tienen miedo a las lagartijas, y las niñas son más delicadas, no les gustan los insectos, etc. Pero esas son generalidades. Recordemos a Jacob y a Débora, los cuales no eran así; sin embargo, Dios usó sus personalidades para cumplir un gran propósito. Tú vales mucho. Fuiste creado a imagen de Dios, y si te pones en sus manos y llenas tu cabeza de todo lo bueno, Dios usará todo lo bueno que hay en ti para que seas una vasija útil para su gloria. El día de mañana Dios te dará tu propia familia, y un hogar feliz que tema y glorifique a Dios.
En Conclusión:
¿Qué debemos hacer de ahora en adelante? Recordemos que valemos mucho como para llenarnos de basura que nos contamine (malos programas de tv, malos pensamientos, conversaciones, etc.). De nosotros pueden salir cosas muy buenas si nos llenamos de todo lo bueno. Job 8:6(DHH) dice: Si tú actúas con pureza y rectitud, él velará por ti, y te dará el hogar que justamente mereces.
Eres una creación de Dios singular.
Leer Salmo 139:13-14 NVI
“Tú creaste mis entrañas;
me formaste en el vientre de mi madre.
¡Te alabo porque soy una creación admirable!
¡Tus obras son maravillosas,
y esto lo sé muy bien!”.
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